El grupo se detuvo en seco, jadeando por la carrera. El túnel se estrechaba más adelante, y en medio de la neblina de vapor y las luces parpadeantes, la silueta oscura seguía inmóvil, observándolos.
—¿Quién… quién eres? —preguntó Fofi, tratando de mantener la calma.
El misterioso ser dio un paso adelante. Cuando la luz débil iluminó su rostro, el grupo pudo verlo con claridad: era una empanada, con una masa dorada y crujiente, pero con cicatrices de quemaduras en los bordes. Sus ojos afilados transmitían una mezcla de desconfianza y curiosidad.
—Ustedes no deberían estar aquí —dijo con voz grave—. Este túnel es el límite del Refugio.
Antes de que alguien pudiera responder, un rugido viscoso resonó detrás de ellos. La masa se estaba acercando, y el túnel no les daba mucho margen para escapar.
—¡Nos persigue una cosa enorme y grasienta! —gritó el hotdog, agitado.
La empanada suspiró y giró sobre sus talones.
—Síganme. Pero si quieren vivir, van a tener que demostrar que pueden sobrevivir en el Refugio.
Sin otra opción, el grupo corrió tras la empanada mientras la sombra de la masa llenaba el túnel con su amenaza pegajosa.

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