El grupo avanzó por el callejón con pasos apresurados, sus sombras alargándose bajo la tenue luz de los faroles. Fofi sentía su corazón crujiente latir con fuerza. Aún podía oír los furiosos borboteos de la masa atrapada en el aceite, y la idea de que pudiera liberarse la ponía nerviosa.
—¿A dónde vamos exactamente? —preguntó la pizza, saltando con agilidad sobre un charco grasiento.
Las papas fritas, que lideraban el camino, se giraron un poco sin dejar de correr.
—A un lugar donde los alimentos como nosotros pueden vivir sin miedo. No es fácil de encontrar, pero si llegamos ahí, estaremos a salvo de cocineros, clientes hambrientos y… —hizo una pausa, mirando hacia atrás— lo que sea que está pasando con esa masa.
El hot dog ajustó sus lentes con nerviosismo.
—¿Estás seguro de que podremos entrar? He oído que el Refugio de los Alimentos Perdidos no acepta a cualquiera…
Las papas fritas rieron con confianza.
—Déjenmelo a mí. Conozco a alguien dentro.
Fofi se sintió aliviada, pero su instinto le decía que la aventura apenas comenzaba. Mientras corrían entre basureros y cajas apiladas, una figura misteriosa emergió de las sombras, bloqueando su camino. Era alta, delgada y tenía un brillo extraño en los ojos.
—¿A dónde creen que van tan apurados? —preguntó la silueta con una voz grave.
Fofi tragó saliva. Sabía que ese encuentro no sería fácil.
Fofi y su grupo quedaron paralizados al ver la silueta imponente frente a ellos. La luz tenue del callejón apenas dejaba ver sus detalles, pero era claro que se trataba de otro alimento viviente. Su presencia era amenazante, y el sonido de gotas de aceite cayendo al suelo hizo que la Masa atrapada en la freidora burbujeara con más furia.
—¿Quién eres? —preguntó Fofi, dando un paso adelante con cautela.
La silueta avanzó lentamente, y a medida que la luz iluminaba su rostro, el grupo pudo ver un pan tostado con marcas de quemaduras en su superficie. Su expresión era dura, y sus ojos reflejaban un resentimiento profundo.
—Me llamo Carbón… y ustedes no van a salir de aquí tan fácilmente.
El silencio se hizo pesado. Carbón los miró con una mezcla de desafío y tristeza.
—Yo también fui como ustedes… una comida feliz, dorada y crujiente. Pero me dejaron demasiado tiempo en el calor… olvidado, hasta que me convertí en esto. —Extendió sus brazos mostrando su textura quebradiza y ennegrecida—. Ahora solo quiero una cosa… justicia para todos los alimentos que han sido desperdiciados.
Fofi tragó saliva. La situación se estaba complicando.

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